6 de marzo de 2015



La habitación se había paralizado. Sólo un hilo de luz con polvo alumbraba la alfombra. Olía a sudor y a cerveza. Las paredes transpiraban notas de un saxo enloquecido. Clavé la mirada en la silla de madera vieja de la que colgaba su camisa. Con ternura, se acurrucó entre mis dedos. Y justo en aquel instante pensé: ¿Cómo voy a preguntarle quién es, si ni siquiera sé quién soy yo?

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